Zaragoza, la ciudad flotante.

Era una imagen fascinante, sobre la desidiosa corriente del río se levantaba casi treinta codos una muralla de imponentes sillares ennegrecidos por el tiempo, y sobre esta gigantesca pared negra flotaban las blancas casas de la ciudad, que brillaban misteriosamente bajo la luz crepuscular, como si la mano de un espíritu las sostuviera a mitad de camino entre el cielo y la tierra. De ahí que los geógrafos llamasen a Zaragoza "la ciudad flotante". Quien la veía por primera vez, creía por fuerza que se trataba de un milagro.

Baer, F. (1991) El puente de Alcántara. Barcelona: Edhasa.

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