Y ahora caigo en la cuenta de que nunca conocí su nombre de pila.

d'Artagnan y los mosqueteros; caricatura
Lo encontré por primera vez cuando era joven e impulsivo, inexperto provinciano montado en su jaco amarillo para rechifla de los paisanos y de los agentes del Cardenal Richelieu. Y cuatrocientos veinticinco capítulos después de que entablásemos conocimiento en Meung-sur-Loire aquel primer lunes de abril de 1616, cincuentón y resabiado, curtido en mil peripecias, cuando por fin estaba a punto de conseguir el bastón de mariscal frente a las trincheras y murallas de Maastricht, me lo mató una bala holandesa. De estar vivo para comentar el suceso, Athos nos habría mirado con aquellos ojos serenos donde, al emborracharse, aparecía la imagen de Milady, diciendo que era una más de las jugarretas del destino. Porthos habría soltado una risotada jovial, quitándole importancia a ese incidente de morirse. en cuanto a Aramis -el único de los cuatro que no murió jamás-, habría asentido en silencio desde la penumbra, como si todo estuviese escrito de antemano en un libro secreto que él tuviera en su poder. La verdad es que resulta curioso. Hace treinta y dos años que , de los cuatro, d'Artagnan es mi mejor amigo. Y ahora caigo en la cuenta de que nunca conocí su nombre de pila.

Pérez-Reverte, A. (1995) Cuatro héroes cansados. En: Obra Breve.

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